miércoles, 12 de noviembre de 2014

EL HELECHO Y EL BAMBU

EL HELECHO Y EL BAMBÚ



Un día decidí darme por vencido… renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que decían que era muy sabio.
-¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? Le pregunté.
- Mira a tu alrededor, me respondió, ¿ves el helecho y el bambú?
- Sí, respondí.
- Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.
- En el segundo año, el helecho creció más brillante y abundante y, nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
- En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
- En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.
- En el quinto año, un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy  pequeño e insignificante.
- El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.
- ¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo el anciano. Y continuó…
- El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.
- Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida, le dijo el anciano. Y continuó…
- La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante…

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes, quizá sólo estés echando raíces…

Anónimo

lunes, 3 de noviembre de 2014

Mamá

Debería estar trabajando, pero no puedo. No soy de las que va contando cuánto tiempo tendría mi hijo ahora si estuviese vivo, sólo me acuerdo de eso de vez en cuando. pero es justo hoy cuando me puse de parto hace seis meses para dar a luz a uno de los niños más hermosos, en toda la extensión de la palabra, que he conocido nunca.

Y hoy, cuando a él le faltaban unas pocas horas para nacer, casi medio día, es cuando tendría casi seis meses, hoy precisamente, que tengo el cuento que me gustaría contarle. Y no me voy a resistir a hacerlo aunque sea por aquí. Es tan tierno y bonito en sus palabras como en sus ilustraciones. Y se llama como yo, Mamá. Mi hija sólo hace unos pocos días que lo tiene y ya lo "recita", en vez de contarlo, de memoria:




Mamá 
es tantas cosas...


Es casa redonda,
mullida y andante.


Es centro feliz,
seguro y radiante.


Me trajo a este mundo,
pequeño y desnudo.


Me alimenta siempre
su pecho seguro.


Los pájaros cantan 
cuando está contenta.


Y cuando se enoja,
mamá es tormenta. (en ésta mi hija pone una entonación mezcla de misterio y susto)

Teje cantos, cuentos,
castillos de arena,
estrellas y soles,
y la luna llena.

Es igual que un río
si un hijo se pierde. (y aquí a mí se me congela el corazón en la imagen del cuento)


Y cuando lo encuentra,
la selva más verde.


Mamá es la que ahora
me lee estos versos. (ojalá pudiera hacerlo en persona)

Mamá es tantas cosas...
esconde universos.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Agradeciendo cada nanosegundo de vida

Pienso en que la vida es tan frágil, tan milagrosa, que nuestro asombro ante ella bien podría hacer que estuviésemos en contínuo estado de agradecimiento por cada nanosegundo que podemos experimentarla.






martes, 28 de octubre de 2014

¿Cuánto dura la vida?


Hace pocos días estaba tendiendo ropa y mis lágrimas resbalaban silenciosas sacando pena e impotencia de mi cuerpo, de mi corazón y de mi mente. Muchas veces ocurre, que mientras mi hija y su padre juegan en otro lugar de la casa, yo "aprovecho" para liberar estas toxinas que son hormonas de dolor, de incomprensión, de sentimiento de injusticia, a través de las lágrimas. Y sentía que sólo pude vivir a mi hijo unos pocos meses dentro de mí y unos pocos minutos fuera vivo y otros tantos fuera sin vida. Y me pareció tan poco...

De pronto, y cuando ya casi volvía a mojar pero con lágrimas la ropa que estaba tendiendo para que se secase, escuché a mi hija desde el cuarto de arriba coger la guitarra y cantar, inventándose música y letra:

"Así es la vida,
algunos bebés viven minutos,
otros viven treinta años,
y otros viven miiiiil"

Y se cortaron mis lágrimas de golpe. ¿Cómo puede ser? ¿Me lee el pensamiento y viene a recordarme lo que necesito recordar para seguir viviendo de otra forma más acorde a la realidad? ¿Son coincidencias? No sé. Hay muchas anécdotas así con mi hija. ¡Bendita sea, la luz tan intensa que posee!


martes, 7 de octubre de 2014

Elegir el temor menor

Vengo pensando hace unos días que el miedo es tan poderoso que puede acabar prácticamente con cualquier cosa. Y me pregunto qué es lo que me da más miedo. Lo tengo claro: que mis hijos sufran. Ahora mi hija, porque espero que si mi hijo sufrió al morir haya dejado de hacerlo si está en el supuesto planeta invisible al que cree mi hija que se fue.

¿Así que a mí no me da miedo sufrir? Pues mucho menos, casi nada en comparación a que sufra mi hija. Con lo cuál no tiene sentido sufrir por mi hijo que ya no está y con ello provocar que sufra mi hija que sí está.

Resulta fácil preguntárselo, concluirlo racionalmente y formularlo en una frase, ¿eh? Pues ahí lo dejo, para quien le sirva. Yo vendré muchas veces a releerlo. Cuando me sienta con derecho a sufrir porque se fue mi hijito que ya no sufre.


miércoles, 1 de octubre de 2014

POSITIVISMO

"mamá, ¿a que tuvísteis mucha suerte de que yo después de sacar la cabecita siguiese viviendo?" (es decir, céntrate en lo positivo que tienes pese a lo que ha pasado).
EDITAR LA WEB


Prohibido volver atrás

Eso es lo que me enseña mi hija de 5 años, con su gran sabiduría, cuando el otro día me dice "mamá, no estés triste por el hermanito porque eso ya pasó." ¡Qué gran lección de vivir el presente me dio!




miércoles, 3 de septiembre de 2014

Acunando a una estrella fugaz

Hace dos años sufrí la que hasta ese momento había sido la pérdida gestacional más dolorosa, y a los 5 meses pude escribir esto que publiqué en otro blog, pero que creo que aquí puede ayudar más a quien lo lea y haya pasado por algo similar:

Para muchas personas no es fácil lograr engendrar una vida en su interior. Pero para casi todas resulta muy doloroso perderla. Hay muchos artículos y cartas escritos por madres, algunos escritos por padres, que han pasado por estas pérdidas y que pueden proporcionar consuelo a quien los lee. En mi caso nunca fue así. Sobrellevar el dolor se convirtió al final en una forma de superarlo en sí misma, dejando que transcurriese el tiempo, sabiendo que cada día la herida escocería un poco menos.

Algunas personas vemos en cada experiencia dolorosa un aprendizaje. Y pese a ello, en las pérdidas gestacionales cuesta muchísimo entender que haya lección alguna. Aún aceptando que te haya tocado pasar por eso varias veces en la vida, resulta una realidad muy difícil de digerir.

En una de esas pérdidas, una amiga me escribió lo siguiente cuando fui capaz de compartirla sin romperme de dolor:  

Hay veces en que nos suceden cosas que son dolorosas, y aunque no sabemos muy bien por qué a nosotras, el universo tiene sus razones. Cuando (me dijeron) que yo quedé embarazada dos veces pero que uno se fue, me entró un inmenso dolor en el alma. No entendí por qué se había ido. Medité y traté de buscar respuestas a mis preguntas en las voces ancestrales femeninas, en la poderosa energía lunar que nos embriaga, en mi guía espiritual, y me llegaron algunas respuestas. Hay veces en que las almas necesitan depositarse en lugares antes de seguir su camino hacia quién sabe dónde, sólo ellas lo saben. Quizás esos (…) seres querían decirte algo, o beneficiarse de tu calma y de tu sabiduría, de alguna emoción que tú emanas para proseguir por el sendero de la iluminación. Siéntete feliz porque esos seres eligieron tu útero para este fin y estate segura de que estás en los planes de la luna.”


Gracias, querida Kristina, por tus palabras, por tus meditaciones y por tu permiso para compartirlo con otras personas:



Si ese mensaje me caló muy hondo fue porque me pareció una idea-semilla. Verdaderamente me estremeció, como cuando se descubre algo muy especial. Me pareció una idea de lo más hermosa, y elevadísima.



Por si ese mensaje pudiera caer en el olvido, vino una nueva pérdida a sumarse a las anteriores, pero esta vez a una edad gestacional del doble que otras veces. Y la falta de comprensión y el dolor fue más del doble que otras veces, pese a la idea-semilla, pese a que se supone que una tendría que estar ya un poco curtida en esta experiencia cuando ha pasado con anterioridad por ella. En realidad, lo del doble de dolor es una licencia de articulista, pues ese dolor no es cuantificable. Simplemente se nota en el pecho al respirar, en cómo se entornan los ojos cuando uno mira el horizonte en la playa y cómo se nos cae la cabeza hacia abajo aún después de mucho tiempo cuando la realidad pellizca fuerte nuestro estómago. Fueron muchos días de esa tristeza que no quiere saber de nada ni de nadie, que se encierra en sí misma porque ni puede explicarse. Sólo la sonrisa de mi hija me hacía olvidar el dolor. Y sólo ella supo enseñarme el camino de salida, conectarme con su sabiduría y comprender al fin.




Cuando los soles y las lunas sucesivos vinieron trayendo más calma a mi corazón, más aceptación y recuperación, fue cuando mi hija entró en estado de sufrimiento muy grande sin causa aparente. Empezó a estar enfadada desde que se despertaba sin nada que lo justificase, pidiéndome que no volviese a venir la hermanita, mirando hacia  mi tripa con cara de verdadero disgusto. Y llegó hasta el punto de buscar motivos para llorar y llorar a lágrima viva, los más absurdos, negándolo todo, enrabietada por todo, sin que yo lograra saber qué le pasaba. Mis esfuerzos por comprender obtuvieron su fruto días después, cuando por fin comprendí que ella estaba sacando ahora todo el dolor que yo le había contagiado con mi sufrimiento por la pérdida. Fue verlo claro, preguntarle a ella si ése era el motivo de su enfado, si era porque no quería que ninguna hermanita volviese de nuevo a mi tripa a hacerme daño, decirme inmediatamente que sí era eso lo que le pasaba y volver a ser la misma niña risueña, feliz y cariñosa de siempre. Y ahí fue cuando lo sucedido se convirtió en enseñanza irreversible: esos embarazos y sus posteriores pérdidas no vinieron a hacerme daño, no lleva a ningún lado sentir tanto dolor que acabe afectando a mis seres queridos; si un embarazo se va, pues se va, desconozco el motivo, pero eso no quiere decir que no haya uno y bien importante además. Quién sabe si, a veces, que no se cumpla lo que deseamos, es lo mejor que nos puede ocurrir.





Poco tiempo después, me llegó este audio con la pregunta, ¿y tú qué piensas?: http://www.rtve.es/alacarta/audios/espacio-en-blanco/espacio-blanco-13-10-12/1551024/En el minuto 54 comienza una entrevista a Sonia Alonso, del proyecto Nacer y Renacer. En ella, y más concretamente a partir del minuto 59, se expone de nuevo aquella idea semilla que viene a recordarme la respuesta otra vez, sin que exista conexión entre las personas que me la trajeron: “(tal vez) ese ser lo que necesita para completar su experiencia y seguir creciendo sea vivir sólo un tiempo en el útero de una mujer”. Incluso habla de que esta experiencia permitiría, a almas que se quedan en un punto de no retorno, cerrar el ciclo viviendo en el útero de una mujer que vaya a abortar voluntaria o involuntariamente, pudiendo así comenzar de nuevo y acceder a la búsqueda de otros padres.

El acicate final para escribir este post es que me vuelven a comentar hace unos días lo mismo, que están siendo muy numerosos los abortos entre mujeres con conciencia en este momento y que tal vez tenga que ver con ayudar a cerrar procesos de almas que han quedado colgadas y que necesitan vivir esa experiencia. Según esa visión, podemos pensar que quizá se trate de un servicio al universo... 

Ojalá que esta idea sirva a otras mujeres y familias que pasen por este incomprendido y aparentemente injusto proceso: no todo lo que le pasa a nuestro cuerpo de mujer tiene que ver únicamente con nosotras, tenemos el poder de albergar vida en nuestro cuerpo y con ello ofrecemos al universo la posibilidad de iluminar a otros seres en su camino, que no siempre vienen a nosotras para ser nuestros hijos, sino en ocasiones tal vez sólo para recibir nuestro regalo de vida durante un breve espacio de tiempo. 


http://el-centesimo-mono.blogspot.com.es/2013/02/acunando-una-estrella-fugaz.html



miércoles, 20 de agosto de 2014

Te amo

Nahián, te quiero, hijo mío, te quiero, te amo tanto como si hubiera podido ver de qué color eran tus ojos, como si hubiera podido escuchar tu primer llanto, ver tu primera sonrisa o hubiera podido amamantarte. Te quiero tanto como si hubiera podido mecerte una noche tras otra hasta hoy, como si llevase toda la vida esperándote. No me cabe más amor pese a que sólo pude olerte durante el tiempo en que pudimos despedirnos de ti. Recuerdo con tanta ternura los besos que te di, los tantos besos en tu carita, en tu pecho, en tu cabecita húmeda, que no se secaba por mucho que pasaban los minutos, tal vez horas. Tu cuerpecito mullido, con el resbaladizo vérnix aún cubriéndote, protegiéndote. Aunque no pudo protegerte de lo principal, para poder salir como pececillo veloz a que te recibiésemos los tres que te esperábamos con tanta ilusión y desde hacía tanto tiempo. Los tres abrazaditos a ti para siempre.



Te quiero tanto que no caben el rencor ni la rabia en mí, se van huyendo, en cuanto te nombro, en cuanto te recuerdo. Quizá ése sea tu regalo, uno de tus muchos regalos, dejarme el corazón tan henchido de puro amor que no me quepa otra cosa.

Gracias, mi vida. Y si puede llegarte este mensaje a través de quién sabe qué insondable misterio, me gustaría pedirte perdón, por si sufriste al morir, por si en realidad no querías irte tan pronto. Perdón por no haber sabido hacerlo mejor.   

miércoles, 13 de agosto de 2014

Comprensión mutua

A algunas personas nos toca vivir la experiencia más antinatural de la vida al sufrir la pérdida de un hijo. Hace poco más de tres meses recibí el golpe más duro de mi vida al morir nuestro querido hijo en el parto. Abro este blog como medio de compartir lo que sin duda esta traumática experiencia me ha enseñado y me enseñará, como medio de llegar a las personas que puedan pasar por esto y ayudarlas en lo que sea posible, y también para que las personas que no lo han vivido puedan aplicar toda su comprensión, pues es imposible saber cómo se vive esto sin haber pasado por ello, por mucho que uno lo quiera o pueda imaginar. Abro este blog en honor a mi segundo hijo, Nahián, que siempre conoció este mundo desde dentro de mí y nos inspiró y nos inspira tanto amor. 

Cada familia sobrellevará el dolor como pueda, pero creo que vale la pena compartir y unirse en el dolor en vez de callarlo y esconderlo. Si las penas, compartidas, son menos penas, eso es especialmente válido en el caso de que unos padres vivan una pérdida gestacional, perinatal o neonatal. Seguramente habrá un periodo inicial en el que se necesite intimidad e introspección para asimilar algo tan traumático. Pero seguramente haya otro periodo en el que puedas, no te importe o incluso necesites hablar de ello. Y aunque pueda haber personas que encuentren consuelo hablando con otras que no hayan pasado por este trance, parece que es casi imposible explicar lo que uno siente en estos casos, por lo que resulta especialmente consolador compartir y desahogar nuestro dolor, expresar lo que sea que nos salga, con personas que nos entiendan profundamente. Y éstas, sin duda, son las que hayan pasado por la pérdida de un hijo. 

En un primer momento será el otro progenitor el que, habiendo vivido lo mismo que nosotros, pueda estar en nuestra misma sintonía emocional. Y con solo recibir su apretado abrazo podamos sentir que no hacen falta ni palabras. En otros momentos, revivirlo en voz alta, compartir la vivencia minuto a minuto será inevitable y hasta necesario para seguir caminando y curar la profunda herida. Reflexionar sobre lo ocurrido, sobre cómo asimilarlo, repasar una y otra vez los últimos minutos que pasamos con nuestro hijo fallecido, volvernos a abrazar, saturarnos de silencios negros de dolor y rojos de amor acompañado, serán actos que seguramente se sucederán uno tras otro repetidamente. 

Y en un momento determinado, estaremos preparados para compartir nuestro dolor y nuestra pérdida más allá de los límites de nuestra familia. En esas ocasiones, incluso las personas que más nos quieran ayudar, aunque sean las más amorosas, compasivas y bienintencionadas que uno pueda imaginar, pueden darnos un punto de vista que en sí mismo nos pueda extrañar o dañar. Pueden comentarnos que nos ayudará olvidar o que nos ayudará empezar de nuevo en otra ciudad o en otra casa, que podremos sobrellevarlo mejor si nos deshacemos cuanto antes de todas las cosas que compramos para nuestro bebé o si escondemos o damos todo lo que nos pueda recordar a él. Y eso puede ocurrir sobre todo si no han pasado por esta terrible experiencia. Es posible que a algunas personas les sirvan esas sugerencias. Pero puede que no y tal vez sientas que justo cuando te abres a comentar lo que sientes, no hay alguien al otro lado que pueda comprenderte, pues a ti lo que te apetece no es olvidar, ni empezar de nuevo, sino recordar para siempre a tu querido hijo, tenerlo siempre en tu corazón. Muchas veces sin darnos cuenta las personas aplicamos consejos válidos para un trance emocional causado por unas circunstancias muy diferentes de las que se tratan en ese momento. Sin querer, y al comentar la madre o el padre la tristeza que le produce sentarse en cierta silla o mirar por cierta ventana de la casa porque le recuerdan al embarazo de su hijo fallecido o al postparto con él vivo antes de que falleciese, es casi inevitable que nos puedan decir que nos deshagamos  de esos objetos o nos alejemos de esos lugares, como si nuestro trance emocional tuviese su causa en un divorcio, por ejemplo, o en la separación de nuestra pareja. Pero un consejo muy acertado para un caso así, puede resultar inapropiado para sobrellevar la pérdida de un hijo, aunque en ambos casos pueda tratarse de la pérdida de un ser querido al que querríamos continuar unidos. 



En otras ocasiones, pueden decirnos que en cuanto tengamos otro hijo ese dolor será más llevadero o muy llevadero, que nos quedemos embarazados cuanto antes. Pero los padres del bebé fallecido no tienen ningunas ganas de que ese dolor sea más llevadero por tener otro hijo, porque sienten que sería como traicionar el incalculable amor que sienten por el que perdieron, porque sienten que un hijo no puede sustituir a ningún otro, que si viene otro hijo le aportará sus propias alegrías y amor, pero que siempre recordarán con melancolía y nostalgia al hijo que se fue para siempre. Además, la idea de volver a tener otro hijo ya está inevitablemente envuelta en el sentimiento del miedo, miedo a que vuelvan a repetirse los problemas y, sobre todo, el fatal resultado. Vuelve a ser un consejo que puede ser válido para muchas personas que ven fallecer a su animal de compañía querido, y  a veces ni es válido en estos casos, pero que suele aplicarse para este tipo de pérdidas. Si te quedas sin tu querido animal, suelen decirte que adoptes otro cuanto antes, o si te deja tu novio, que busques otro cuanto antes y eso mitigará o incluso eliminará tu dolor. Siempre a la búsqueda de la eliminación o el disimulo del dolor en nuestra sociedad. En cambio a los padres de un bebé fallecido les duele pensar siquiera en eso. Callarán por educación probablemente, por no entrar en una explicación estéril dada la gran distancia entre los puntos de vista con su interlocutor, pero callarán seguramente deseando que se terminen cuanto antes esos consejos que les dañan más que servirles de ayuda.

Vale la pena hacer un esfuerzo de comprensión. De los padres que se han quedado sin su querido hijo, intentando comprender que los demás no pueden saber que sus mejores intenciones resultan dolorosas. Y para ello, es mejor evitar que las explicaciones o consejos de los demás se concreten y extiendan, adelantándose incluso con una frase a la que se puedan agarrar sus familiares y amigos para no extenderse en conversaciones dolorosas. A mí  me sirve apresurarme a decir “no hay palabras” tras la que suele ser la frase inicial de “no sé ni qué decir”, porque si tras ésta sigo en silencio, normalmente le siguen los consejos y vaticinios dolorosos.

Y también es necesaria la comprensión del que se entera de la muerte de un bebé gestante o recién  nacido de un amigo o familiar. Comprensión para callar consejos que ni son eficaces ni bienvenidos, que generan incomodidad y dolor. Es mejor un fuerte abrazo silencioso y la escucha activa, tal vez preguntas sencillas si nuestro amigo o familiar tiene ganas de hablar sobre ello. Pero es mejor evitar frases que intenten minimizar el dolor del tipo “lo superarás”, “sobrevivirás”, “ya verás como el tiempo lo cura todo”, o incluso “hay cosas peores”, por mucho que puedan ser ciertas.

También es doloroso para los padres que se intente evitar el tema, que se actúe como si nada hubiese ocurrido, sobre todo de cara a los otros hijos. Puede resultar muy confuso que cuando los hermanos de bebé fallecido saquen el tema ante abuelos o amistades se haga un silencio absoluto y las caras se conviertan en totalmente inexpresivasRecuerdo que tuve que pedir a mi madre, a posteriori, que mostrase a mi hija su tristeza por la muerte de su nietecito, pues cuando ésta le dijo que su hermanito se había muerto, simplemente permaneció callada e inexpresiva. Con esa reacción, mi hija habría podido interpretar que a su abuela no le importaba lo más mínimo la muerte de su hermanito, o que se trata de un tema tabú. Y dado que el silencio de los adultos invita al silencio de los niños, es importante que los hermanos puedan ver que a la familia cercana también le ha entristecido lo ocurrido y que comparten su dolor, verbalizándolo llegado el momento. También suele ocurrir que muchos conocidos y amigos no dicen ni un simple “lo siento” aunque te tengan a golpe de tecla en todo tipo de redes sociales y por correo electrónico, de forma que hasta llegues a dudar de si se han enterado verdaderamente de lo que ha ocurrido aunque tienes casi la certeza de que tienen que saberlo por uno u otro medio. Conocidos y amigos que en cambio sí te darían un sentido pésame si hubiese fallecido tu propio padre o tu gatito. Parece algo tan terrible, y la verdad es que lo es, que ni saben si será bienvenido un simple “lo siento”. Y a los padres puede parecerles increíble que esos conocidos sean tan insensibles ante un suceso así. Como no es el caso, lo mejor es que esos conocidos y amigos rompan la línea de convertir las muertes de bebés en un tema tabú, envíen una condolencia a su estilo y permitan con ello que los padres puedan pasar su duelo de la forma más sana y lógica posible, para que puedan mostrar su tristeza y puedan recibir condolencias como en cualquier otra pérdida dolorosa. Parece que si no se habla de ello, no existe y por tanto no duele o duele menos. Pero no es así. Al propio dolor por la pérdida se suma la falta de apoyo de los demás en el duelo.

Lo cierto es que hasta para buscar incluso otra casa hacen falta unas energías que uno no tiene en esos momentos. Una familia que ha pasado por una pérdida así ni puede ni le apetece empezar de nuevo en la mayoría de los casos, sino continuar caminando desde donde esté. Esa familia puede ver cómo sus otros hijos cuentan con ese hijo fallecido entre los hermanos o incluso preguntan a los padres cuántos hijos tienen en total. Mi hija me pregunta delante de la familia si yo tengo dos hijos. Y yo le digo que sí. Entonces ella aclara que uno está muerto. Para nosotros tres es imposible empezar de nuevo, sólo podemos seguir caminando desde la muerte de nuestro hijo y hermano por el camino que más positivo resulte pese a eso. Porque cuando pares a un hijo, o lo gestas hasta una fecha que a ti te ha provocado la expectativa real de la maternidad, es tu hijo para siempre, esté vivo o esté muerto. Ni puedes ni quieres olvidarlo ni tiene sentido empezar nada porque con su muerte no se acaba tu amor por él. Lo sigues queriendo igual en el recuerdo y, mientras lo recuerdes, él sigue existiendo en tu corazón.